Prohibido girar
Es una empresa muy fácil. Hay que estar lúcido, ser un alquimista de las habilidades personales. En el fondo es un juego y no es demasiado complicado. Son cuatro reglas.
Mis errores tienen menos perdón que los de los demás, porque yo se hacer las cosas bien, tengo habilidad social. A veces basta con recordar que los demás nos perciben en ocasiones con mayor respeto que nosotros mismos.
No es tan difícil salir del patio del colegio, sólo hay que encontrar la puerta.
Reinventarse cada día. No escribo para buscar la forma, sino por el vital e inevitable placer de expresarse.
Estoy decorando mi refugio, coloreando mi introspección, limpiando las ventanas, preparando el corazón para cuando lleguen las visitas.
Me siento bien, soy yo... y todo lo demás es cuestión del tiempo que tarde en aprender. Y en cierto modo, el tiempo que tarde en aprender lo que me queda será el que tarde en repasar mi colección de errores.
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Queríamos fabricar piraguas. Vivíamos en la montaña y hacía un montón de frío, pero nosotros sólo queríamos fabricar piraguas. "No conseguiréis vender ni una", decían, y era como si al sol le dijeran... "por mucho que brilles, nadie tendrá ganas de comerte como aperitivo".
Le poníamos nombres distintos a cada piragua, y las coloreábamos con temperas de la marca jovi -la del candado amarillo con las letras rojas-. No me sorprende nada recordar todos esos detalles, la vida era púrpura en aquellos días, y nadie lo veía extraño. Las canciones sabían a periódico y aún así seguíamos a lo nuestro.
2 piraguas por semana en los primeros días, que llegaban a convertirse en casi 12 en las semanas más productivas.
Lo que más me gustaba, y no te lo cuentes ni a ti misma porque me da verguenza, era verte pelar gambas, chuparte los dedos riéndote, limpiarte con una servilleta y volver a pelar gambas. Muchas no te las comías y la gente seguía viéndolo como lo de las piraguas.
"Entonces... fabricáis piraguas por el mero hecho de fabricarlas" y nosotros gritábamos a la vez "abanicos!!" y salíamos corriendo.
Eran otros tiempos. La fórmula del semen era secreta. La gente sabía entrar y salir del trance con muchísima facilidad. La publicidad era tan buena y tan divertida que en el mundo cubrieron todo el suelo de alfombra roja. Todos nos creíamos importantes y nadie se miraba mal por ello. El ego se vendía en tabletas.
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